domingo, 23 de marzo de 2008

Tres

Siempre pensé que Ian Curtis se había ahorcado por esa incapacidad de no poder encajar en el sistema. Algo muy propio de los sensibles. De los músicos sensibles. Pero no. Por un lado su esposa y su pequeña hija. Por el otro, una amante belga muy guapa. El, al medio. Nunca supo si ir hacia la derecha o hacia la izquierda. Se quedó inmóvil entre estas dos fuerzas. Inmóvil. Y colgado desde el techo de la cocina de su casa.